La loca de mi casa


La loca de mi casa jamás ha leído un libro, no sabe leer. No sabe que es contemporánea de Rosa Montero, no creo siquiera que sepa quién es. La loca de mi casa nunca fue al colegio, no pudo aprender a escribir. No sabe de reglas de ortografía ni conoce la gramática más elemental y aún así ha publicado cuatro grandes novelas en una eterna editorial, la vida. Jamás me contó un cuento antes de dormir, y sin embargo siempre he tenido un nido de sueños en mi cabecero.

Posee un estilo fresco y desenfadado, en esto coincide con Rosa, aunque claro ella, mi loca, no lo sabe. Pero sabe enfrentar los problemas y los enredos de la vida cotidiana sin fatigarse y sin hacer concesiones ligeras, rozando con la punta de sus dedos fragmentos de una realidad miserable. Entonces, cuando esto sucede, ella solita sin necesidad de ayuda, embiste como una fiera de noble casta contra todo aquello que suponga una barrera que haga crecer la ilusión y la fantasía de sus creaciones, de sus “personajillos”.

La loca de mi casa huele a jazmín y a hierbabuena y hace tiempo que no usa mandil. Cambió los fogones por las agujas de hacer punto, la sal por lana fina. Así poco a poco, ha ido tejiendo sueños con sus gafas de cerca, esas que se pone para las tareas importantes. Y se pregunta si trenzarlos con punto bobo o punto inglés, que yo pensé que era lo mismo, perdonen mi atrevimiento. Y decide entonces hilar con un punto calado, para darle holgura a la imaginación y hacer que se sienta cómoda. Pese a todo sé que en el fondo tiene sueños a medio tejer, pero eso no lo dice.

La loca de mi casa no padece grandes delirios, no guarda fantasmas interiores que atormenten un alma desvalida. Ella sufre por los de carne y hueso. Al fin y al cabo éstos son los que te hacen abandonar la cordura, a veces por propia voluntad, otras sin pedir permiso. La razón y la justicia no siempre van de la mano, a menudo viajan en vagones separados y no hay más.

La loca de mi casa “juega” con prudencia y sensatez. Esto la ha mantenido siempre con juicio, y dado los tiempos que corren, no crean que es poco. Puede sentirse orgullosa de haber ganado todas sus partidas y seguir jugando, porque  mi loca no se rinde, mi loca lucha. Tal  vez esto no sea del todo mérito suyo, porque antes que ella hubo otra, con más escarcha en el pelo de la que ella, mi loca, tiene hoy. De aquella heredó la bravura y el tesón de toda una raza que espero, al menos, me hayan salpicado.

Hoy cuando cruzo la puerta de casa y encuentro a mi loca mirándome por encima de sus gafas, escuchando de fondo el sonido inconfundible de sus agujas, sonrío. No puedo dejar de admirar su enorme arrojo, su incapacidad para albergar cualquier tipo de odio, sus dotes de paciente maestra. Me siento a su lado mientras asumo lo afortunada que he sido al compartir mi vida con esta mujer de ojos pequeños y bondad infinita. De haber participado de sus miedos y sus logros, de sus males y sus dichas. Y deseo con toda la fuerza que la juventud me brinda que ese momento se detenga ahí, que se suspenda en el tiempo.

Quiero tanto a mi loca que a veces hasta me duele. Ella está por encima del bien y del mal, y no existe frontera que limite mi amor, no hay valla que yo no pueda saltar.  Soy capaz de recordar todas y cada una de sus arrugas, encantadores surcos que han marcado una vida de luces y sombras. Y podría dibujar de memoria su silueta en un plato de pan rallado mientras la escucho gritar que con la comida no se juega, y tiene razón. Ella siempre la tiene.

No me importa que no sepa qué libro leo y que no entienda los adagios a oscuras. Me da lo mismo que no le escandalice el nuevo “Estatut”, y que prefiera Las Carlotas a Serrat, aunque esto último, la verdad, lo entiendo menos. Lo mejor no siempre es perfecto, aunque ella es perfecta en su ignorancia.

Mi loca no conoce a Rosa Montero, eso ya lo he dicho antes. Pero yo que he tenido la gran suerte de leerla puedo susurrarle al oído: “mamá aunque republicana, yo siempre te trataré como a una reina”. Entonces mi madre con gesto extrañado me mira de reojo y me dice muy seria, “anda niña que estás más loca…”

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3 ruegos:

  1. Supongo que su amada loca es conocedora de las (bellas en extremo) palabras que le ha dedicado; en ese caso, lo más probable es que la sonrisita le dure todavía... Sé de otra loca a la que le gustará leerlo, pero voy a esperar a que llegue un día más soleado, que hoy, con tanto gris plomo, se tiende más al desparrame emocional (me ha pasado a mí, y prefiero que a mi loca no le pase). Enhorabuena, me atreveré a romper el protocolo para mandarle un casto y sincero beso de amigo lector y viceversa.

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    1. Mi muy querido D. Kurgess, agradezco sinceramente sus palabras.
      Mi loca siempre sabe, lo de conocer quizá algo menos, y su sonrisa es esculpida a golpe de travesuras de novicias. Adoro los días en los que el plomo nos envuelve y aflora en nosotros sentimientos encontrados...un otoňo casi invierno en el que poder colorear y colorearnos.
      Los 14 de febrero celebro siempre el amor más incondicional de todos, el de mi loca, que con 365/6 días que tiene el aňo eligió ese para asomarse al mundo. Por caprichos del destino también mi jardinero fiel celebra este dia.
      Reciba tantos besos como olores traerá la primavera, siempre suya La Abadesa

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  2. Mi queridísima abadesa, como en esto y en tantísimas cosas, nunca nos ponemos de acuerdo y no pasamos la vida, y espero seguir pasándome el resto de ella, discutiendo que si fue antes el huevo o la gallina etc…, así que como me estoy haciendo mayor y las cargas familiares empiezan a ocuparme todo mi tiempo libre, no dispongo del tiempo necesario para hacerte rabiar si primero lo mío y luego lo tuyo , en fin como bien suele decirse ; quien la lleva la entiende.
    Yo estoy cumpliendo mi parte del trato ahora espero acontecimientos, y como no podía ser de otra manera, pues tenía que dejar mi comentario en este post , pues en esto y sin que sirva de precedente, compartimos opinión, y es que yo, tanto a la loca de tu casa como a la que hubo antes, también las quiero hasta dolerme.
    Tu cabezón monárquico

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