Cuento para Jorge


Para Jorge, mi pequeño principito

Cuando apareció la primera palabra estaba sola y no sabía qué hacer ni cómo. Quería tener amigas, conocer mundo, pero sólo existía en la mente de alguien.
De tanto desearlo saltó de la cabeza a la boca y así salió a la superficie. Una vez fuera conoció a otras palabras con las que hizo buenas migas y planearon hacer juntas una excursión. Cuando se agruparon todas para entrar de nuevo en una boca, pensaron que si la boca era joven podrían llegar lejos y ver otros lugares, pero ni aún con la bravura que brinda la juventud consiguieron su propósito. Seguían varadas en el mismo sitio.
Un buen día una de aquellas palabras tuvo una brillante idea, visitar las aulas de un colegio de niños. Las palabras son grandes amigas de los niños y se prestan cariñosas a ser pronunciadas con mayor o menor fortuna por seres ávidos de experiencias nuevas, como ellas.
Allí encontraron compañeros a los que contaron su deseo de descubrir, de explorar rincones paradisíacos o parajes selváticos de mágicos colores. Y entre pupitres y lapiceros con la ayuda inestimable del papel, que fue el transporte, y la maestra, que fue la guía, lograron emprender el viaje más apasionado de todos, la lectura.
Así las palabras toman por billete para embarcar los libros y a través de la lectura, con la ayuda de todas las bocas que se entregan a esta bella tarea, descubren el mundo construido por y para ellas.


Siempre vuestra, 
La Abadesa.

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