Si el sentido del humor denota inteligencia en quien lo práctica mi abogado ha de ser superdotado. Nadie maneja mejor que él la ironía y el sarcasmo, pragmático donde los haya tiene respuesta para todo. Se convirtió en el rey de los tribunales no por casualidad, ya que promulgar su pasión por las leyes fue tarea diaria y obligatoria. Eso, y ganar todos los pleitos habidos y por haber, en fin, un crack.

Su pasión por las leyes le delata y acumula más pleitos en su haber que ladrillos “el Pocero”. Además guarda bajo la manga un inventario de artículos y recursos que convierten sus intervenciones en sala en verdaderas superproducciones hollywodienses. No tiene igual. ¿La última? Ha solicitado una cédula de inscripción para poder concurrir a las próximas elecciones. Que tiemble el hemiciclo, pronto será…Su Señoría.


Siempre vuestra, 
La Abadesa.

El ladrillo vuelve con fuerza a la Bolsa”. Así rezaba el último titular leído en prensa la mañana que recuperaba la toga y una pasión anodina de volver a los Juzgados. La fortuna que amasó en algo más que un suspiro había caído en picado, rompiéndose como pompa de jabón. Así cambió las cédulas de habitabilidad por las de citación, el casco por los códigos, el sentido del humor por el más común de los sentidos.
El salto al parqué de empresas del sector inmobiliario había removido emociones encontradas.
Frente a aquel inventario de bienes se dio cuenta que de nuevo era quien disuelve gananciales y no quien construye sueños.


Siempre vuestra, 
La Abadesa.