A los que aman


Durante estos pocos meses he amado por largas horas infinidad de objetos, de modos, de imágenes, de ensoñaciones, de momentos… y mentiras.

He amado sin dudar el sol tibio de mañanas compartidas a tu lado, desayunos clandestinos a destiempo, melodías envasadas al vacío, cientos de  besos robado un domingo cualquiera…

He amado cada tramo de tu piel, tu pelo escarchado, la comisura de unos labios eternos, tus labios…, la cartografía de lugares recónditos de una espiritualidad inventada.

He amado el vuelo de unas pestañas infinitas capaces de coser con un fino pespunte el cielo y la tierra con un solo parpadeo, tus ojos transparentes. Cada uno de tus dedos abrasándome los días, a mí que he encerrado tantos inviernos.

He amado las tormentas de caricias regaladas al alba, aquellas que nublaron mis sentidos hasta caer rendida. En realidad siempre quise más, pero perdí.

Quise abrazarte tanto y tan fuerte que mi alma traspasara mi cuerpo, y pudiera encontrarse con la tuya allá en el mismo lugar maldito donde te arrebataron las ganas. Quise abrigar al niño indefenso que quería ser hombre, que soñaba despierto, aquel que seguía jugando…y me equivoqué.

No pudo ser. Fui el error de quien acostumbra a jugar con dos barajas, del que no está preparado para terminar la partida. El desliz de un mal jugador, la evidencia de “un farol anunciado”.

Me tomo un vino seco, que es como siento mis labios después de que los tuyos hayan recorrido otros cuerpos, y mientras agito el líquido de mi copa intento recordar cómo fue nuestro último beso. Pero mi memoria me traiciona y a solas no logro saborearte. No vuelves conmigo, no estás a mi lado.

No se pudo amar tanto en tan poco tiempo. No hubo pasión más desmedida ni amor más entregado. No hubo abismo capaz de aplacar la inquietud de quien ha nacido para ser amante, tal vez para ser amada si la fortuna remara a su favor.

Ahora te desvaneces y te pierdes entre historias teñidas de bruno, más allá de de mis sueños. Lejos, tanto que el viento se torna anciano y apenas susurra. Y mi deseo se extingue. Mis sentidos ya no te buscan, ya no te sienten.

Y pese a todo, aún así, te extraño. Extraño tus manos, diestras en las artes amatorias, y tan gélidas en el fluir del sentimiento. Extraño tu mirada, tu aliento…

No se debe amar tanto en tan poco tiempo. No hay pasión que no frene el instinto más básico de todos. Sobrevivir.

Reconozco que mis esperanzas han sido arrancadas despacio y en silencio, por un querer que hace poco extravió mis bondades, y sometió mi voluntad lanzándome a un campo estéril donde ningún sentimiento crecerá de nuevo.

Dicen los que saben que el corazón es un músculo estriado que sólo ha de servir para “bombear” sangre.

Dicen los que saben que cada latido desencadena una serie de sucesos que alternan contracciones y relajaciones, movimientos complementarios, que no incompatibles. Que el músculo cardíaco se excita a sí mismo y no necesita de estímulos que lo provoquen, a diferencia de otros, aquel es miogénico.

A veces el ritmo cardíaco pierde el compás y se acelera. Genera latidos extras, derrochando palpitaciones que solidarias tratan de avisarnos de que algo no marcha bien.

Pero nosotros nos empeñamos en forzar “la máquina”, en lanzar órdagos sin sentidos, y  apostamos por el que será sin duda el gran perdedor. Sin reparar si quiera que la partida está acabada mucho antes de empezar.

Ha decidido que ya no necesito corazón. Que renuncio al músculo hueco que actúa como una bomba aspirante e impelente, perfecta en su función biológica…y tan débil para seguir viviendo…

Dicen los que saben que toda bomba necesita de la fuerza para funcionar, bien sea mecánica, física o de comprensión. Dicen los que saben que toda bomba está concebida para estallar, sólo es cuestión de tiempo.

Los que aman saben que también el corazón estalla.


Siempre vuestra, 
La Abadesa.

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